Dónde comienza la forja y dónde la estética es bastante difícil en las piezas de Ángel Araujo Alfonso, cuando no resulta evidente su compromiso con los beneficios del acero inoxidable para componentes cromados de autos clásicos, mobiliario de cocina, herrajes y otros trabajos por encargo. Si bien se acostumbra a soslayar las etapas del proceso creativo si no resulta evidente, la insistencia en el acabado brillante e inmaculado hace pensar en la perfección del ancestral oficio del trabajo con los metales, así como en la actitud del artista respecto a la morfología.
La naturaleza es la motivación principal para la concepción de sus figuras. Su estudio de las formas parte de que todo cuanto es creado por el hombre tiene en ella la idea primigenia, totalizadora y omnipotente. No obstante, se realiza una apropiación de rasgos sintéticos, melodiosos, agradables, donde la llaneza remite a la universalidad de las cosas simples. La habilidad de volver sobre sí misma, de reciclarse y reinventarse, nacer de otro elemento natural como el fuego, es un principio fundamental que revela –¿quizá taoísta?- un concepto de unidad absoluta y al mismo tiempo transmutable de los elementos de la naturaleza. Esto es incluso para establecer su criterio respecto al cultivo, en un espacio descentrado artísticamente, de la abstracción contemporánea cubana y para escoger el acero inoxidable como material predominante.
Sus posibilidades de utilización, refundición y maleabilidad lo convierten, además, en un recurso ideal para encarnar la filosofía ecológica del artista. Aunque persigue un entorno libre de contaminantes de la mano del hombre, desde una obra longeva garantizada por la perdurabilidad del acero inoxidable, logra convertir sus piezas en acontecimiento toda vez que en los espacios se deslumbra al receptor con su acabado espejo. La irrupción monumental de los ambientes interiores y al aire libre, no obstante, se produce a partir de la integración orgánica que refleja un profundo respeto hacia lo preexistente.